*Artículo en Colaboración con María José García Rubio. Dra. en psicología clínica y de la Salud. Co-directora de Cátedra VIU-NED de Neurociencia global y cambio social.
En la sociedad actual, el estrés se ha convertido en una parte importante de nuestras vidas. Podemos decir que aparece casi diariamente en nuestras situaciones, en conversaciones con otros. Sin embargo, cuando el estrés está presente durante un período de tiempo prolongado, puede dar lugar a consecuencias negativas tanto en nuestra salud física como mental. En este artículo, exploraremos en profundidad el concepto de estrés crónico y su relación con los cambios en nuestro sistema nervioso e incluso en cambios de la estructura de nuestro cerebro. También discutiremos estrategias de prevención efectivas que pueden ser implementadas para combatir los efectos del estrés crónico en el trabajo.
Estrés Crónico: Definición y consecuencias
El estrés crónico se refiere a la exposición continua a situaciones estresantes que persisten durante largos períodos de tiempo. A diferencia del estrés agudo, que es una respuesta a corto plazo ante una situación estresante, el estrés crónico puede tener un impacto significativo en nuestra vida y generar diversas enfermedades ya que no estamos dejando a nuestro organismo que vuelva a su equilibrio.
Los estudios han demostrado que el estrés crónico puede dar lugar a una serie de consecuencias negativas, que van desde problemas de salud física, como enfermedades cardíacas y trastornos digestivos, hasta problemas de salud mental, como la ansiedad, la depresión y cambios estructurales en nuestro cerebro.
De hecho, tres de los sistemas fundamentales para la supervivencia del ser humano se ponen en peligro cuando existen niveles elevados, y prolongados, de estrés como son: el sistema nervioso, el sistema inmune y el sistema endocrino, entre otros.
En este artículo nos centraremos en el impacto del estrés prolongado, el tipo de estrés más común en el trabajo, en la estructura y función del sistema nervioso.
El estrés Laboral
El estrés laboral o estrés en el trabajo se refiere a la tensión física y mental que experimenta una persona como resultado de las exigencias y presiones relacionadas con su trabajo; y también de la falta de coherencia entre las expectativas y las demandas reales del entorno laboral.
El estrés laboral puede tener distintas consecuencias en la salud y el bienestar del trabajador, siendo los casos más graves los del “burnout” o síndrome del desgaste profesional. A nivel físico, puede causar problemas como dolores de cabeza, tensión muscular, problemas digestivos o cardiovasculares, entre otros. A nivel mental y emocional, puede manifestarse en forma de ansiedad, irritabilidad, insomnio, falta de concentración, agotamiento emocional y depresión.
En el actual entorno laboral, con un carácter competitivo orientado a la productividad que en ocasiones no está tan alineada con las acciones de cooperación de la especie humana, el intentar llegar a todo es una realidad. Un deseo constante y diario que ocasiona un choque de expectativas, una falta de descanso, un incremento en los diagnósticos de psicopatologías, y un largo ec.
En conjunto, el contexto laboral se asocia con una respuesta prolongada de estrés con una falta de conciencia por parte de los trabajadores y de responsabilidad por parte de los líderes. Pues, solo el que se hace cargo está poniendo soluciones a la constante laboral en cada vez más empresas como es el estrés crónico.
¿Y qué le ocurre a nuestro cerebro cuando está sometido a estrés crónico? La investigación en Neurociencia ha demostrado que existen cambios estructurales y funcionales que serán comentados a continuación.
Cambios cerebrales asociados con el estrés crónico
La respuesta de estrés agudo es adaptativa para nuestro sistema dentro del contexto de lucha y/o huída que garantiza nuestra supervivencia, en línea con la teoría evolutiva. Sin embargo, si el estrés se prolonga en el tiempo manteniendo la misma intensidad, nuestro sistema tiene un problema. Pues, mantiene un nivel de alerta que poco tiene que ver con una amenaza real.
Numerosas investigaciones recientes han revelado que el estrés prolongado puede tener un impacto en la estructura y la función de determinadas regiones cerebrales. A continuación detallamos algunas de dichas consecuencias del estrés crónico:
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El estrés crónico puede conducir a una disminución del volumen del hipocampo, lo que implica una afectación en esferas cognitivas como la memoria, el reconocimiento y el aprendizaje, entre otras. También pueden verse afectadas otras funciones como la creatividad o la atención selectiva, lo que implica que la persona no tenga un nivel adecuado de concentración. En otros términos, al estar menos presente disfrutamos menos de la vida.
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El estrés crónico disminuye la actividad de la amígdala, una estructura subcortical involucrada en la expresión y comprensión emocional, en la memoria emocional y en la capacidad de la supervivencia en general. De ahí su relación estrecha con otras estructuras como la corteza prefrontal y el hipocampo. Con el estrés prolongado, nuestro sistema se habitúa al estado de alerta, minimizando otras amenazas que puedan surgir a medio-largo plazo.
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El estrés crónico reduce la cantidad de materia gris y blanca cerebral, con consecuencias perjudiciales para nuestra conducta y cognición, también para la expresión emocional. Este déficit se ha relacionado con cambios potentes en los patrones de conectividad cerebral que se traduce en problemas cognitivos a priori como incapacidad para la toma de decisiones y enlentecimiento del procesamiento.
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El estrés crónico no favorece la neurogénesis o creación de nuevas neuronas alterando así el funcionamiento cerebral basal. En concreto, se ha demostrado que el estrés es capaz de paralizar la neuroplasticidad cerebral o la capacidad de cambio estructural y funcional cerebral que tiene nuestro cerebro en función de las demandas externas. Esta consecuencia es potencialmente grave ya que la falta de adaptación cerebral podría acarrear enfermedades neurológicas degenerativas e incapacitantes como el Parkinson o la Demencia frontotemporal, por ejemplo.
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El estrés crónico se asocia con un envejecimiento cerebral más intenso promovido por los cambios estructurales y funcionales citados anteriormente y, además, por el acortamiento de los telómeros. Los telómeros son una región de ADN en el cromosoma. Varios estudios han demostrado que los telómeros más cortos conllevan un deterioro celular que afecta al desempeño inmune, metabólico y cerebral. Esto implica un empeoramiento de la calidad de vida de la persona y su bienestar social y emocional.
Estrategias de prevención del estrés crónico en el trabajo
Aunque el panorama puede ser devastador, no todo está perdido. Las investigaciones en este campo han concluido que existen estrategias eficaces que protegen al sistema nervioso del estrés crónico o, al menos, amortiguan el impacto. Por tanto, sí podemos mejorar nuestra relación con el trabajo al menos mediada por los indicadores de estrés. Algunas de estas estrategias incluyen:
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Establecer límites y prioridades claras
Instaurar límites desde las propias necesidades y prioritarias creará una base de relación sana desde el principio.
Definir horarios establecidos para el trabajo y el tiempo libre puede ayudar a reducir la sensación de estar siempre “conectados” y permitir un mejor equilibrio entre la vida profesional y la personal. Siempre con el sentido común de estar abiertos a alguna situación de emergencia de la que podemos incluso hablar de antemano.
También, expresar nuestras necesidades de forma asertiva, no agresiva, hará más efectiva la comunicación en el trabajo. Por ejemplo, decir no si es necesario o justificar que necesitas reorganizar algunas tareas si no puedes con todo lo que actualmente tienes que hacer. Solo tú sabes exactamente la capacidad real que tienes para afrontar diversos retos, confía en tu criterio y dialoga si es necesario decir que no, posponer (de manera clara) o delegar.
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Utiliza medidas de organización de tiempo y protocolos de comunicación
Aplicar estrategias efectivas para un mejor manejo del tiempo es fundamental. La planificación a corto plazo, la claridad mental y tener un objetivo-foco laboral ayuda a evitar las distracciones externas y a lograr el objetivo propuesto aunque éste sea mínimo. El entrenamiento en habilidades y/o competencias de comunicación asertiva junto con la empatía también ayuda a reducir los niveles de estrés diarios en el trabajo y por tanto, el impacto del mismo sobre nuestro cerebro.
Puedes utilizar técnicas como bloqueos por tiempo y/o actividad para evitar la multitarea y protocolos de comunicación interna en el trabajo como definir qué se pide por email, qué por teléfono y/o otros medios (Teams, slack, whatsapp… etc)
- Fomentar un entorno de trabajo que acoja el error y las emociones
Crear un entorno de trabajo saludable es fundamental para prevenir el estrés crónico en el trabajo. Fomentar la comunicación abierta y el apoyo entre los miembros del equipo, cultivando la innovación y la cooperación, fomentando la autonomía y el reconocimiento del trabajo bien hecho, lejos de los castigos o las relaciones basadas en la competitividad.
Se corrige en privado, se reconoce en público.
- Promover el autocuidado y el equilibrio
La productividad mejora si el empleado tiene tiempo para sí mismo y su autocuidado. Eso es un hecho demostrado en la sociedad actual por lo que se ha de hacer una revisión a las propias necesidades básicas (¿he comido hoy? ¿he descansado bien?). Priorizar el sueño adecuado, la alimentación saludable y la actividad física regular puede ayudarnos a mantenernos física y mentalmente saludables, lo que a su vez nos ayuda a manejar mejor el estrés crónico.
Conclusión
El estrés laboral es un desafío significativo en el mundo moderno, pero no es insuperable. A través de la implementación de estrategias de gestión del estrés y gestión emocional efectivas, podemos prevenir y mitigar los efectos negativos del estrés crónico en nuestras vidas y mejorar nuestra calidad de vida en general.
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