A veces nos pasamos la vida luchando, creyendo que somos guerreros, que nos sentiremos enormemente orgullosos de nuestras victorias. Defendiendo una identidad que viene de fuera.
Y yo dejo el combate, dejo de pensar que la vida es una lucha y me rindo.
Me rindo a fluir, a confiar, a disfrutar de los procesos, a aceptar que las cosas vienen como vienen. En nosotros está el estar presentes y conscientes para tomar las mejores decisiones. No en esperar que la vida nos de lo que queremos sin hacer lo necesario o sin ser conscientes de que el resultado que esperamos no depende enteramente de nosotros.
La vida no es “justa”, no hay leyes universales como la exacta justicia o que te den lo mismo que das. Y cuanto antes aceptemos esto, antes dejaremos de esperar de otros resultados concretos, antes dejaremos de esperar de la vida. Antes dejaremos de querer tener el control. Las expectativas arruinan todo, son causa de sufrimiento, de estrés.
Elijo vivir, fluir, que no significa ser una veleta , significa ser flexible ante lo que la vida nos ofrece. Sin luchar excesivamente, sin pensar que todo nos pasa a nosotros cuando algo nos sale mal. Ante esos días debemos saber que estamos dando lo mejor de nosotros, o lo mejor que podemos dar en ese momento, y que el resultado no importa porque estamos haciendo nuestra parte.
Y si no estamos haciendo nuestra parte pararnos para replantear nuestros objetivos, nuestras tareas, la gestión de nuestro tiempo. Que parece obvio, pero si no nos detenemos a planear o replantear puede que en ocasiones no estemos priorizando como deberíamos, puede que ni sepamos que valores son importantes para nosotros.
Si aceptamos el resultado dando lo mejor de nosotros no tenemos otra que aceptar, que relajarnos, que confiar, que aprender de ello. Que dormir en paz.
Y con esos pensamientos el día a día será más fácil, porque si uno sabe que está dando lo que está en su mano, lo que depende de él, el resto hay que dejarlo a los demás, a la vida. No podemos con todo, somos finitos, somos sistemas, empresas, sociedad y un mundo que va más allá de nosotros, va más allá de nuestras 24 horas en el día para hacer y hacer. Repartamos el peso del mundo para encontrar el equilibrio que necesitamos, para valorarnos los unos a los otros.
Se consciente de tus reacciones, de tus pensamientos, de tus comportamientos. Si no puedes más para, delega, pide ayuda… pero no llegues a extremos. El burnout (síndrome del empleado quemado o cualquier persona que llegue al extremo físico y emocional a causa del estrés crónico) es cada vez más común y nos cuesta el dinero, la salud, la calidad de vida.. la vida. La OMS ya lo reconoce como enfermedad y hay una parte que depende de los entornos, de lo externo pero otra que depende de factores internos, de ti.
Nuestra salud mental es cosa de todos y de cada uno de nosotros. Cuídate, cuídala. Yo estoy segura de que podemos encontrar el equilibrio entre la vida personal y la profesional, y disfrutar de ambas.
Tú eres tu mayor apoyo, no te autoexijas tanto, se acabó tu combate.
Abrazos mil