Para profundizar en nuestro estrés y poder trabajarlo es necesario distinguir entre dos tipos de estrés dependiendo generalmente de su duración en el tiempo y nuestra adaptación a él: estrés agudo y estrés crónico.
¿Qué es el estrés agudo?
El estrés agudo aparece cuando el estímulo estresante desaparece en el corto plazo o bien suele ir y venir de manera intermitente de tal forma que nuestro organismo puede volver a su equilibrio previo al estrés.
Ante cualquier situación estresante nuestro cuerpo organismo reacciona a dos niveles: físico y psicológico. Y esto produce un desgaste en nuestro cuerpo y mente que necesita de una recuperación.
Siempre existe un sobre esfuerzo, aunque el resultado de éste estrés pueda ser positivo o negativo. Y en este caso hemos conseguido resolverlo con éxito.
Ejemplos de estrés agudo en el trabajo puede ser nuestra reacción ante un shock como un despido, un ascenso o bien una gran carga de trabajo que puede aparecer en diferentes partes del año debido a la tipología de nuestro trabajo. Si éste es resuelto en un tiempo considerable, es decir, sin perjudicar a nuestra salud.
Más que categorizar la situación como de mayor o menos gravedad, en el estrés lo que prima es nuestra reacción ante esa nueva situación. Entran en juego creencias, emociones, sentimientos y sobre todo querer controlar o saber cuál será el resultado ante este nuevo cambio. Todos nos hemos pillado imaginando todo tipo de escenarios catastrofistas.
Tras esta “noticia” o fase de alarma conseguimos recuperarnos. Es decir, estamos en situaciones de estrés agudo cuando conseguimos adaptarnos a esa situación gracias a recursos o herramientas o bien desaparece por completo ese estímulo temporal.
¿Qué es el estrés crónico?
Por el contrario cuando no hemos conseguido adaptarnos a ese estrés bien porque el estímulo reaparece o bien el estímulo estresor persiste en el tiempo estamos ante un estrés crónico.
En este caso, nuestro organismo no es capaz de recuperar el equilibrio previo y la tensión nos puede llegar a debilitar, provocándonos:
- Enfermedades y signos físicos: cefalea, sudoración excesiva, palpitaciones, etc.
- Alteraciones psicológicas: pesimismo, problemas de concentración, insomnio, trastornos alimenticios, disminución del deseo sexual, etc.
Además, debido a que el estrés crónico afecta a los sistemas nervioso, endocrino e inmunológico, es más probable que una persona estresada sufra una enfermedad que aquella que es capaz de gestionar su estrés.
Cuando hablamos de estrés crónico, estamos ante situaciones a las que por h o por b no conseguimos adaptarnos pero seguimos viviendo con ellas. Hay 3 fases del estrés que entran en juego: Fase de alarma, defensa o resistencia y agotamiento.
Si vivimos en estrés crónico por ejemplo con situaciones laborales que nos tensionan a diario, podemos llegar a agotar nuestros recursos y caer en el Burnout o síndrome del empleado quemado.
En este caso las herramientas necesarias serán distintas ya que no solo nos centraremos en mantenernos serenos (si necesitas un especialista de la Salud que te ayude a ello pide ayuda), sino encontrar la raiz del problema para entender qué puedes hacer para resolver esa situación.
Nada como enfrentarnos a la realidad, ser pragmáticos o prácticos y poner sobre la mesa para analizar la situación actual y ver qué depende de ti para trabajarlo. En ese caso la ayuda de un Coach con la herramienta del mapa del estrés (La que uso en mis sesiones) es una gran aliada para comenzar un plan de acción que sabes que necesitas.
Tienes el poder de elegir.
Feliz día
PD: Libro recomendado sobre Combatir el estrés en tiempos de incertidumbre, que además está lleno de cuestionarios prácticos y estudios científicos y escrito por mi mentor Simon Dolan→ Los secretos de la Resiliencia