Cómo responde tu cerebro ante un conflicto en el trabajo y cómo resolverlo en equipos

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Introducción

El conflicto en los equipos no siempre es algo negativo. Lo que de verdad genera desgaste no es tanto la tensión en sí, sino cómo la gestionamos.
Y lo curioso es que, cuando no lo hacemos bien, no es solo porque nos falten herramientas… muchas veces es porque nuestro propio cerebro nos sabotea.

Durante un conflicto, no solo se altera el ambiente de trabajo: también se altera tu sistema nervioso. Se disparan respuestas automáticas que nos llevan a decir cosas que no queríamos decir, o a evitar conversaciones que deberíamos tener. Y eso afecta directamente a tu capacidad de liderar, conectar y resolver.

Entender qué ocurre a nivel cerebral durante un momento de tensión es una de las mejores formas de aprender a liderar desde la calma, la claridad y la conciencia.


El conflicto no es el enemigo. La reacción automática, sí.

Puede que estés en una oficina con plantas, café de especialidad y horarios flexibles, pero si alguien lanza un comentario que te activa emocionalmente, tu cerebro no distingue entre una amenaza emocional y un peligro real.

Evolutivamente, nuestro sistema está preparado para sobrevivir. Eso significa que, ante una amenaza, lo primero que hace tu cerebro es entrar en modo supervivencia, es decir, en estrés. Esto lo hace activando la amígdala, una estructura cerebral primitiva encargada de detectar peligros.

¿Y qué provoca esto en la práctica? Lo que se conoce como respuesta de lucha, huida o parálisis.

  • Lucha: responder con hostilidad, elevar el tono, defenderte de forma agresiva.

  • Huida: evitar el tema, cambiar de conversación, desconectarte.

  • Parálisis: te quedas bloqueado, con la mente en blanco, sin saber cómo reaccionar.

Cualquiera de estas respuestas puede aparecer en una reunión, una llamada, un email o incluso en una mirada. En cualquier situación en la que se produce el llamado secuestro amigdalino y no acudimos a nuestra corteza prefrontal que es la parte del cerebro que nos ayuda a racionalizar y tomar mejores decisiones como veremos a continuación.


¿Por qué nos cuesta tanto ser racionales en medio de un conflicto?

El gran problema es que, mientras la amígdala toma el control, otra parte fundamental del cerebro se apaga temporalmente: la corteza prefrontal.
Esta zona es la encargada de funciones como el pensamiento lógico, la empatía, la toma de decisiones conscientes y la autorregulación emocional.

Es decir: la parte más “líder” de tu cerebro se desconecta justo cuando más la necesitas.

Así se explican muchos malentendidos. Nos cuesta pensar con claridad, escuchar sin interrumpir, o mantenernos en una posición constructiva. En su lugar, reaccionamos desde el impulso. Y muchas veces, después, nos arrepentimos.


El liderazgo consciente empieza en el cuerpo

Muchos managers me preguntan: “¿Y cómo lo hago para no saltar o quedarme bloqueado?”
La clave está en no intentar controlar solo desde la mente, sino también desde el cuerpo y el sistema nervioso.

Estas son algunas estrategias que funcionan porque no solo abordan el conflicto desde lo racional, sino desde lo fisiológico:

1. Reconocer lo que estás sintiendo
Ponerle nombre a la emoción (“estoy tenso”, “esto me frustra”, “me está costando escucharlo”) ayuda a disminuir la intensidad. El simple acto de reconocerlo reduce la activación de la amígdala.

2. Pausar antes de responder
Unos segundos de silencio pueden parecer eternos en una conversación tensa, pero marcan la diferencia entre reaccionar y responder. Esa pausa da tiempo a que el cerebro recupere parte del control racional. E incluso dependiendo de la situación podemos posponer la conversación para sentir que tenemos el control de lo que queremos transmitir desde la calma.

3. Escuchar con apertura
Escuchar no es esperar tu turno para hablar. Es tratar de entender al otro más allá de las palabras. Esto calma la conversación y crea una sensación de seguridad para ambas partes. 

4. Expresar desde lo personal, no desde el reproche
Usar un lenguaje basado en lo que sientes y necesitas (en lugar de lo que el otro hace mal) baja la defensividad y abre la puerta a una resolución más humana y efectiva. Desde una comunicación no violenta (Libro súper recomendado ).


El impacto en el equipo cuando no se gestionan los conflictos

Cuando un conflicto no se atiende bien, se acumula. No desaparece.
Se transforma en tensión extraña, en distancia emocional, en falta de colaboración. Y todo eso se traduce en menos creatividad, más errores, más rotación y peor clima.

Sin embargo, cuando los equipos aprenden a atravesar el conflicto en vez de evitarlo, ocurre la magia: se fortalece la confianza.
Hablar con respeto y honestidad, aunque duela un poco, es un acto de madurez profesional y personal.

Liderar desde ahí no es fácil, pero marca una diferencia profunda y sostenible.


Y si el conflicto ya está ahí… ¿qué hago?

Lo primero: no lo ignores.
Hablar del elefante en la sala con respeto es más útil que esquivarlo hasta que alguien explote.
Crea un espacio seguro, baja la velocidad, y empieza con curiosidad.

  • “¿Cómo estás viviendo esto?”

  • “¿Qué crees que podríamos mejorar?”

  • “¿Qué necesitas de mí ahora para resolverlo?”

No necesitas tener todas las respuestas. Solo mostrar que estás presente y dispuesto a construir algo mejor.


Conclusión: liderar en conflicto es una habilidad, no un instinto

La próxima vez que sientas que algo se activa en ti en medio de una conversación tensa, recuerda esto: tu cerebro está haciendo su trabajo.
Pero ahora, también puedes enseñarle a hacerlo de otra forma.

Gestionar el conflicto no se trata de evitarlo.
Se trata de estar preparado para sostenerlo con humanidad, claridad y coraje.
Y sí, eso también se entrena.

Espero te interese, y si necesitas puedes contactar con nosotros. 

Saludos 🙂